lunes, 7 de agosto de 2017

VIRGEN DEL CARMEN: PATRONA DE LOS MARINEROS.







En la Edad Media se creía que María significaba "estrella del mar", en latín "stella maris". Desde aquella época, muchos carmelitas han aclamado a María como la "Flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar". Lo hizo el mismo Simón Stock con esta plegaria que se le atribuye:

"Flor del Carmelo Viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda, singular. ¡Oh Madre tierna, intacta de hombre, a todos tus hijos proteja tu nombre, Estrella del Mar!.

El nombre de "Stella Maris" se ha dado también a todos los centros del Apostolado del Mar de la Iglesia Católica que están ubicados en los puertos.

Pero ... ¿de donde viene el patronazgo de la Virgen del Carmen hacia los marineros?. En el siglo XVIII, cuando ya era muy popular la fiesta de la Virgen del Carmen en España, el almirante mallorquín Antonio Barceló Pont de la Terra, nacido en 1716 y fallecido en 1797, impulsó su celebración entre la marinería que él dirigía. Fue a partir de entonces cuando la marina española fue sustituyendo el patrocinio de San Telmo por el de la Virgen del Carmen. En muchas localidades españolas se celebran grandes procesiones marítimas que son un auténtico éxito. En el obispado de Girona cabe remarcar las de: l'Escala, Roses, Llançà, Arenys de Mar y Palamós.

Aunque la Virgen sea la patrona de los marineros, muchos de ellos comparten aún el patrocino con San Telmo. También los pescadores tienen a la Virgen del Carmen como patrona sin olvidar a San Pedro. Se la puede invocar para que nos proteja ante posibles naufragios y tempestades en alta mar.

En Catalunya, antiguamente, las chicas rogaban con una pequeña oración a Nuestra Señora del Carmen para que les encontrara esposo rápidamente, daba igual su estatus económico, rico o pobre: "Mare de Déu del Carme, doneu-me un bon marit, sia pobre, sia ric, mentre vingui de seguit". También le tenían como patrona los ya desaparecidos serenos (policía nocturna) de Barcelona.

El gran santuario dedicado a Nuestra Señora del Carmen se encuentra lógicamente en el Monte Carmelo, en Haifa (Israel), pero ... no en el valle del Wadi-es-Siah, sino en el valle conocido como "El-Muhraqa". Allí hay el monasterio de los carmelitas, una hospedería y un gran mirador.

Como ya sabes, la fiesta de Nuestra Señora del Carmen es el 16 de julio, ya que según la tradición, fue el 16 de julio de 1251 la fecha del regalo del escapulario por parte de la Virgen a San Simón Stock.

Salvados del Mar

En el verano de 1845 el barco inglés, "Rey del Océano" se hallaba en medio de un feroz huracán. Las olas lo azotaban sin piedad y el fin parecía cercano. Un ministro protestante llamado Fisher en compañía de su esposa e hijos y otros pasajeros fueron a la cubierta para suplicar misericordia y perdón.

Entre la tripulación se encontraba el irlandés John McAuliffe. Al mirar la gravedad de la situación, el joven abrió su camisa, se quitó el Escapulario y, haciendo con él la Señal de la Cruz sobre las furiosas olas, lo lanzó al océano. En ese preciso momento el viento se calmó. Solamente una ola más llegó a la cubierta, trayendo con ella el Escapulario que quedó depositado a los pies del muchacho.

Durante lo acontecido el ministro había estado observando cuidadosamente las acciones de McAuliffe y fue testigo del milagro. Al interrogar al joven se informaron acerca de la Santísima Virgen y su Escapulario. El Sr. Fisher y su familia resolvieron ingresar en la Iglesia Católica lo más pronto posible y así disfrutar la gran protección del Escapulario de Nuestra Señora.


                                                                                                                                 Aciprensa.









LA ORDEN CARMELITA.





Aquellos primeros monjes instalados en el valle del Wadi-es-Siah del Monte Carmelo, convivieron bajo una primera regla que obtuvo en 1226 la aprobación del patriarca de Jerusalén, que se llamaba Alberto, y del Papa Honorio III. La regla subrayaba vigorosamente el carácter de soledad y de huída del mundo del modelo de vida monástica: los monjes debían vivir en celdas separadas, bajo obediencia, castidad y pobreza, en silencio, oración, ayuno ... Un planteamiento que se ha mantenido en los rasgos fundamentales de la espiritualidad de la orden.

En el mismo siglo XIII muchos monjes huyeron a Chipre, Sicilia, Francia e Inglaterra a causa de los crecientes peligros de la invasión musulmana, mientras otros, intentaban sobrevivir en Tierra Santa.

Sin embargo, muy pronto, se formó una corriente en Inglaterra y en otras partes de Occidente que deseaba adaptar la orden a la realidad occidental, siguiendo el modelo de otras congregaciones religiosas como los franciscanos y los dominicos. De esta forma, se pretendía que los carmelitas pudieran abrir conventos en las ciudades y realizar trabajos pastorales.

En 1247 el Papa Inocencio IV aprobó este cambio de estilo de vida, aunque se abstenían de comer carne y continuaban guardando silencio, llevando un estilo de pobreza y sobretodo, una gran devoción a la Virgen María. Este amor mariano les valió a los carmelitas el aprecio de todos los pueblos donde estaban instalados y el reconocimiento oficial de la Iglesia Católica en 1286 por el Papa Honorio IV.

En el mismo siglo XIII, uno de los monjes carmelitas, San Simón Stock, recibe de manos de la mismísima Virgen María el escapulario, el símbolo de dicha congregación. Es a partir de entonces cuando nace la imagen de la advocación de Nuestra Señora del Carmen: el Niño y la Madre aguantando el escapulario, la figura típica de dicha devoción mariana.

En los años 1434-1435, la regla sufrió una serie de cambios que fueron aprobados por el Papa Eugenio IV y que no gustaron a ciertos sectores de la orden. Para ellos, la nueva regla suavizaba la observancia más antigua y forzó a que en el siglo XV, Juan Sorteh (1451-1471) empezara a movilizar un nuevo movimiento que llevaría en 1593 a la ruptura de la orden carmelitana en dos bandos.

Los principales miembros de esta reforma en España fueron Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y San Juan de la Cruz (1542-1591), dos de los más grandes ejemplos de la mística cristiana. Para constituir su regla, se apoyaron básicamente en la que ya fuera aprobada en 1247 sin incluir las posteriores atenuaciones de 1434-1435. A esta nueva congregación se la llamó Orden de los Carmelitas Descalzos, mientras que los anteriores, fueron conocidos por la Orden de los Carmelitas Calzados o de la Antigua Observancia.

Desde siempre, los hermanos carmelitas, "calzados o sin calzar" han estado al servicio de la sociedad desde los más diversos servicios caritativos, pastorales y misioneros junto a su dimensión espiritual y contemplativa. Visten hábito marrón con el escapulario y capucha y, en ocasiones solemnes, capa y capucha de color blanco.

Según el libro "La Vida Religiosa de la A a la Z" de George Schwaiger publicado por Editorial San Pablo en 1998, la situación en 1996 era la siguiente: los Carmelitas Calzados tenían 361 conventos en todo el mundo con 2.197 miembros, 1434 de ellos sacerdotes, mientras que los Carmelitas Descalzos poseían 525 conventos con 3.809 miembros, 2.422 de los cuales eran sacerdotes.

La orden femenina

No podemos olvidar aquí la rama femenina: las carmelitas. La orden nació en los siglos XIII y XIV, pero no se organizaron como comunidad hasta el 1450 cuando fundaron en Florencia (Italia) el Monasterio de Santa María de los Ángeles.

Santa Teresa de Jesús impulsó en España una reforma en la congregación para llevar a cabo una vida de clausura estricta y de oración profunda.

El 7 de febrero de 1562, la santa obtuvo autorización para la erección del Monasterio de San José de Ávila, que se abrió el 24 de agosto de 1562. En él, se siguió la observancia de la regla que ella consideraba "primitiva" y que fue aprobada por Inocencio IV en 1247. En la obra "Camino", escrita por Santa Teresa de Jesús, se destaca la forma de vivir de estas monjas:

"Deben ser capaces de vivir en soledad y estar abiertas a la intimidad con Cristo, buscando en la oración y en la mortificación", como participación activa en su pasión redentora".

Santa Teresa fundó 16 monasterios: Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Salamanca y Alba de Tormes de entre otros. A parte de San Juan de la Cruz, el Padre Gracián fue junto a Santa Teresa los impulsores de esta reforma femenina conocida también bajo el nombre de "carmelitas descalzas". El espíritu de Santa Teresa fue difundido fuera de España y se abrieron muchos conventos en diferentes países de Europa. De entre muchas monjas que formaron parte de las carmelitas descalzas cabe señalar a Santa Teresa del Niño Jesús, también conocida como Teresa de Lisieux (1873-1897) y a Santa Edith Stein (1891-1942).

En 1996, existían 64 conventos con 823 monjas de la antigua observancia de la orden (carmelitas calzadas), mientras que la fundada por Santa Teresa (carmelitas descalzas) contaba con 877 conventos y 12.278 monjas.

Otras congregaciones: hay un gran repertorio en todo el mundo de grupos religiosos que siguen el espíritu carmelitano que realizan diferentes servicios en los pueblos donde residen, casi todo ellos dedicados a la educación, a los enfermos y a los marginados. Todas estas órdenes fueron fundadas por monjas, sacerdotes o religiosos.

Aquí están: Carmelitas de la Caridad (conocidas también como "las Vedrunas" porqué las fundó Santa Joaquina de Vedruna), Carmelitas Misioneras Teresianas, Carmelitas Terciarios Misioneros, Carmelitas de San José, Carmelitas Teresas de San José, Hermanas de la Virgen María del Monte Carmelo y Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús.

El escudo carmelitano

El Escudo Carmelitano es un emblema verdaderamente bello por su sencillez, celebre por su antigüedad y sagrado significado.

Esta compuesto de fondo blanco en la parte superior y marrón la inferior, representa el vestido que la Stma. Virgen llevo en vida y el habito de los carmelitas.

Así mismo la parte inferior marrón indica el Monte Carmelo donde vivió la Stma. Virgen durante su vida mortal, la Cruz fue agregada por San Juan de la Cruz en la época de la reforma, representado a Nuestro Señor Jesucristo.

En el centro de color marrón (Monte Carmelo), se encuentra una estrella plateada, que representa a la Stma. Virgen María.
El fondo blanco de la parte superior significa que el profeta Elias contemplo a la Stma. Virgen María en una nubecilla blanca, en el mismo fondo se posan dos estrellas, doradas las cuales representan a dos grandes profetas N.N.P.P. Elias y Elíseo.

En la parte superior del escudo se encuentran doce estrellas las cuales significan la corona de la Stma. Virgen María, simbolizan los doce grandes favores y gracias que concedió a su orden y de manera especial, los doce privilegios y gracias singulares con el que el Señor ensalzo a María.

De la corona que se encuentra en la parte superior del Escudo sale un brazo que sujeta una espada, se le atribuye al Santo Patriarca Elias, termina en un punta en llama de fuego con esta dio muerte a los falsos profetas de Baal en el Torrente de Gison, por la honra de Nuestro Señor Dios Padre.

A la vuelta de la espada hay una inscripción en latín que dice: ZELO ZELATUS SUM PRO DOMINO DEO EXERCITUUM, me abrazo, me consumo de celo por el Señor Dios de los Ejércitos.

                                                                                                                                Aciprensa
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jueves, 27 de julio de 2017

REFLEXIONES SOBRE ARGUMENTOS DE ESPIRITUALIDAD Y VIDA CARMELITANA.







María, madre, reina y hermosura del Carmelo

Los primeros carmelitas se consagraban a vivir «en obsequio de Jesucristo», tal como dice la Regla. Sus modelos eran el profeta Elías y la Virgen María. De hecho, desde finales del s. XII, todos los documentos que hablan de los ermitaños latinos del Carmelo afirman que se reunían en una capilla situada en medio de las celdas y dedicada a la Virgen María, venerada como la «Señora del lugar» e invocada como «Mater et decor Carmeli» (‘Madre y hermosura del Carmelo’).


En el contexto feudal, los vasallos ofrecían obediencia al señor al que pertenecían las tierras en las que vivían, lo que significaba que tenían que hacerle algunos servicios y entregarle impuestos a cambio de su protección en los momentos de peligro. Los primeros carmelitas no se sentían vasallos de ningún señor feudal. Para ellos, Jesús y María eran los propietarios de las tierras del Carmelo donde habitaban, por lo que solo a ellos ofrecían su obediencia y solo de ellos esperaban ayuda y protección.

Hermanos de María

La intimidad de vida con María era tan fuerte que se dieron a sí mismos el nombre de «Hermanos de la bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo». Como ella, querían «meditar todas las cosas referentes a Jesús, conservándolas en su corazón», para cumplir lo que manda la Regla: «Mediten día y noche en la Palabra de Dios a no ser que estén ocupados en otras legítimas actividades». A ella la tenían por modelo de vida en la oración constante y en el servicio de Cristo, por lo que la consideraban hermana mayor o priora (no olvidemos que el prior es el «primus inter pares», es decir el ‘primero entre iguales’).


Este título les causó serios problemas cuando se trasladaron a Europa durante el siglo XIII. En aquella sociedad feudal admitían que unos religiosos se consagraran a ser «oblatos», «siervos» o «esclavos» de la Virgen. Pero les parecía una falta de respeto que quisieran ser considerados sus «hermanos» y que pretendieran una intimidad con ella que a muchos les parecía irreverente. En la época, todos alababan los privilegios de la Madre de Dios, pero pocos consideraban su vida real y se atrevían a proponerla como modelo de fe. Por eso les insistieron en que cambiaran el nombre de la Orden.


Además, el concilio IV de Letrán había prohibido en 1215 la creación de nuevas Órdenes religiosas. Numerosos obispos no aceptaban la presencia de los carmelitas en sus diócesis, alegando que pertenecían a una Orden nueva y desconocida. De nada servía que los carmelitas les recordaran sus orígenes en el Monte Carmelo y que su Regla había sido promulgada por el patriarca de Jerusalén.


A pesar de que los sucesivos papas escribieron varias cartas de recomendación para los carmelitas, las persecuciones se sucedían, llegando en algunos casos a la prohibición de celebrar el culto público en sus iglesias y al desmantelamiento de sus pobres conventos. Muchos amigos de la Orden les sugerían que buscaran el patrocinio de algún señor feudal poderoso, al que ofrecieran su obediencia a cambio de protección, según las costumbres de la época; pero ellos se negaron, afirmando siempre que la única Señora a la que servían y que había de defenderlos era la Virgen María. Ella era la Señora del Carmelo y sus hermanos e hijos confiaban en su auxilio.

El escapulario

Por entonces la gente normal disponía de poca ropa. Normalmente solo tenía una túnica, que se protegía con una especie de bata o gran delantal durante los trabajos. A esta prenda protectora se llamaba «escapulario», porque caía desde las «escápulas» (los hombros) cubriendo el pecho y las espaldas. Los siervos de cada señor feudal llevaban estos escapularios de un determinado color y tamaño, con lo que se podían distinguir en las guerras, a la hora de pagar peajes por atravesar las tierras del señor o participar en el mercado, etc.


Como los carmelitas se negaron a tener ningún señor que les protegiera en la tierra, adoptaron el hábito y el escapulario de color pardo, de la lana de oveja sin teñir, que es el que llevaban los pobres y desheredados. Mientras tanto, seguían confiando en el auxilio de María.


Cuenta la tradición que un general de la Orden, de origen inglés y de nombre Simón Stock, especialmente devoto de la Virgen, rezaba cada día para que acabaran las persecuciones con la siguiente oración: «Flos Carmeli, Vitis Florigera, Splendor coeli, Virgo puerpera, Singularis, Mater mitis, Sed viri nescia, Carmelitis sto Propitia, Stella maris». Que traducido al español dice: «Flor del Carmelo, Viña florida, Esplendor del cielo, Virgen singular. ¡Oh, Madre amable! Mujer sin mancilla, muéstrate propicia con los carmelitas, Estrella del mar».


Respondiendo a su oración, en 1251 la Virgen María habría venido a su encuentro con el escapulario marrón en sus manos, el mismo que los religiosos habían escogido, porque no querían señores feudales que les protegieran, ya que sabían que la Virgen era su Señora. Y la Virgen le habría dicho: «Este escapulario es el signo de mi protección». La verdad es que, a partir de entonces, fueron cesando las persecuciones y el escapulario se convirtió en signo de consagración a María y de su protección continua.


En torno al escapulario se multiplicaron las tradiciones. La más importante es la de «la bula sabatina», que parte de un sueño del papa Juan XXII, al que la Virgen del Carmen dijo que ella personalmente sacaría del purgatorio el sábado siguiente a su muerte a quienes fallezcan con el escapulario.


Hay que reconocer que estas tradiciones se generalizaron siglos después de las fechas en las que habrían sucedido los acontecimientos, que permanecen envueltos en la niebla, pero gozaron de una popularidad cada vez mayor y fueron asumidas por varios papas e historiadores, sobre todo desde principios del s. XVII, en que la fiesta de la Virgen del Carmen se convirtió en la principal de la Orden.


Con el tiempo se fundaron numerosas «cofradías de ánimas», que ofrecían misas por las almas del purgatorio en altares de la Virgen del Carmen. Muchos cuadros y relieves la representan con las almas del purgatorio a sus pies y con ángeles que sacan de las llamas a quienes están revestidos del escapulario. La archicofradía del Carmen llegó a ser la más extendida de toda la cristiandad, con sede en iglesias de todo el mundo. Hasta no hace mucho se necesitaba un permiso escrito del general de la Orden para que un sacerdote pudiera imponer el escapulario agregando, así, a los fieles a dicha archicofradía, que los papas enriquecieron con numerosas indulgencias.


A lo largo de los siglos son innumerables los fieles que han llevado el escapulario como signo de su amor a María. También son numerosos los prodigios y conversiones que la Virgen ha realizado entre los que llevan con fe y devoción esta prenda tan humilde.


Pío XII escribió: «La devoción al escapulario ha hecho correr sobre el mundo un río inmenso de gracias espirituales y temporales».


Y Pablo VI: «Entre las devociones y prácticas de amor a la Virgen María recomendadas por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, sobresalen el rosario mariano y el uso del escapulario del Carmen».


Juan Pablo II lo llevaba siempre consigo y lo recomendó en muchas ocasiones, afirmando: «En el signo del escapulario se pone de relieve una síntesis eficaz de espiritualidad mariana que alimenta la vida de los creyentes, sensibilizándolos a la presencia amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un “hábito”. Quien lo recibe queda agregado a la Orden del Carmen, dedicado al servicio de la Virgen por el bien de la Iglesia y experimenta la presencia dulce y materna de María. ¡Yo también llevo sobre el corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen!».


Por su parte, Benedicto XVI afirmó: «El escapulario es un signo particular de la unión con Jesús y María. Para aquellos que lo llevan constituye un signo del abandono filial y de confianza en la protección de la Virgen Inmaculada. En nuestra batalla contra el mal, María, nuestra Madre, nos envuelve con su manto».

La Orden de María

La identificación entre los frailes carmelitas y la Virgen María, venerada como Madre y Hermosura del Carmelo, fue tan grande, que empezaron a ser conocidos como «la Orden de María» y se hizo común la afirmación: «Totus Marianus est Carmelus» («el Carmelo es todo de María»). Los carmelitas insistían en que su Orden había sido fundada por el profeta Elías en honor de la Virgen María, en que ellos habían construido el primer templo de la historia en su honor y en que ella les había dado numerosas pruebas de su predilección a lo largo de los siglos.


Lo que está claro es que en el s. XIV, mientras los papas residían en Aviñón, el día de la Inmaculada Concepción (ocho de diciembre) los miembros de la curia pontificia participaban en la misa y se quedaban a comer con los carmelitas, como hacían el día de san Benito con los benedictinos, el día de san Francisco con los franciscanos y el día de santo Domingo con los dominicos. Después del regreso de los papas a Roma se conservó la costumbre, visto que los capítulos generales del siglo XV imponían una tasa a todas las provincias para sufragar los gastos de dicha fiesta, a la que se procuraba invitar los mejores predicadores. Se conservan los nombres y los sermones de algunos de ellos.


Influida por esta mentalidad, santa María Magdalena de Pazzi tuvo una visión en 1584 en la que distinguía a los miembros de distintas Órdenes que iban por varios caminos al jardín del paraíso. Al llegar, cada grupo de religiosos se colocaba junto a un árbol y una fuente y se alimentaba de sus frutos y bebía de sus aguas. Ella explica que las fuentes representaban los méritos de sus respectivas Órdenes y los árboles a sus fundadores: san Agustín, santo Domingo, etc. El camino de los y las carmelitas no terminaba junto a ningún árbol, sino que conducía directamente a la Virgen María, la señora del jardín, que los alimentaba con el fruto de su vientre, su hijo Jesús y les daba a beber del agua de la gracia.

Padre Eduardo.

miércoles, 26 de julio de 2017

UNA GRACIA PARA LA RAMBLA.



        En el año dos mil siete, el día del Sagrado Corazón, durante la eucaristía y en actitud de escucha, comprendí que El Señor me pedía que resurgiera la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen. Parecía un sueño lejano, el contemplar a la Virgen del Carmen procesionar por las calles de La Rambla. Ya que partíamos de cero y sin conocimientos de cómo refundar una cofradía pero los caminos se abrían, las ayudas, las colaboraciones se nos ofrecían comprendiendo que “El Señor da el ciento por uno”. Hemos sido instrumentos torpes en sus manos y el resultado lo hemos contemplado como un éxito más de Él.  
              Lo cierto es, que era Ella, La Virgen, la que quería salir en procesión, pretendía que la tuviésemos presente, que le pidiéramos gracias, que la visitáramos y que la acompañáramos tanto en su capilla como por las calles de nuestro pueblo. Todo esto lo ha conseguido porque no hay mas que ver a las personas con o sin niños como se acercan, antes o después de misa, a su capilla ya sea para encender unas velas en su lamparario como para rezarle una plegaria por sus familiares trasmitiéndole a sus hijos y nietos el cariño hacia Ella.
              Desde dos mil siete hasta julio del dos mil nueve, ha habido muchos momentos de ilusión, de dudas, de desánimos pero la fe une, la fe nos ha sostenido, teniendo siempre la certeza de que todo era iniciativa de Dios y plan de Él.
               Recuerdo a Don José, en Junio antes de irse a Argentina, que estuvo hablando conmigo de la procesión aconsejándome ante mis dudas  y me dijo: “¡Ánimo!, si es de Dios no hay quien lo pare”.
               Pues así ocurrió, el día dieciocho de julio del dos mil nueve fue “UNA GRACIA PARA NUESTRO PUEBLO, LA RAMBLA”.
               Era la presencia de María en nuestras calles, su protección y su amparo derramándose por tantos y tantos corazones que la esperaban en las esquinas, en las plazas o bien iban acompañándola en su caminar para que se sintiera en todo momento arropada por el calor de sus hijos. En las caras de las personas se reflejaba ese cariño que desde años se ha ido transmitiendo de padres a hijos hacia la Virgen del Carmen. Durante la preparación, la procesión y en días posteriores a esta eran muchos los que te decían mis padres, mis abuelos eran devotos del Carmen. Todo el pueblo,  cada uno con su granito de arena, ha conseguido  que a día de hoy todos nos sintamos orgullosos de tener una procesión de Gloria en La Rambla a la que todos podemos pertenecer.
              La Cofradía de Nuestra Señora del Carmen agradece a nuestro pueblo su ayuda y su acompañamiento. Son muchas las personas que han colaborado para que se llevase a cabo la procesión de Nuestra Madre por La Rambla, a todos ellos ¡GRACIAS! La Virgen recompensará su entrega y su disponibilidad.
También nuestro agradecimiento a la Agrupación de Hermandades y Cofradías por invitarnos a escribir en la revista de este año dos mil diez.
             GRACIAS SEÑOR POR PERMITIRNOS VIVIR LA GRACIA DE LA PROCESIÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO.


                                                                              Un saludo Toñi Soret.